UN GOBIERNO PANTALLERO

3 04 2007

            El ingenio popular inventó el adjetivo “ pantallero” para aplicarlo a aquellas personas o grupos sociales que le dan mucha importancia al como son vistos y, en consecuencia, actúan de manera especial para dar una buena impresión . La idea se relaciona con la de un individuo que siempre está como al frente de las cámaras y actúa como para luego salir en la “pantalla” de TV.        

            La mejor forma de saber si un gobierno es pantallero es observar los medios de comunicación del País. Si las críticas al gobierno no existen debe intuirse que el gobierno ha hecho lo necesario para asegurar que su propia imagen sea inmaculada.        

            El periódico cubano Granma es un buen ejemplo y se le puede ver por www.granma.cu. Todas las noticias son buenas y las malas, son las cosas que se presentan en otros Países especialmente si son enemigos o al menos antipáticos. Realmente los periodistas de Granma son admirables, no por haber renunciado voluntariamente (?) a su libre albedrío, sino por su infinita creatividad al escribir, todos los días, cerros y cerros de las más delicadas y dulces noticias que no rocen, ni de cerca, a su buen comandante y, además,  estar alertas para que cualquier cosita que haga, se resalte como un exitazo mundial.         

            En Venezuela hemos progresado mucho hacia lo más sublime del pantallerismo gobiernero. La razón es simple, nuestro presidente goza un montón con la pantalla, al punto de aparecer, todos días, al mejor estilo de Granma, hablando bien de lo que supuestamente él está haciendo y criticando lo que hacen sus enemigos. Tan importante es la afición de Chávez a la pantalla (la real y la otra), que en buena lógica algunos lo han tildado de showman o sea de animador.        

            A Chávez le deleitan los espectáculos en vivo con respuestas inmediatas del público, de manera que lo realimenten, con aplausos o risas producto de sus asombrosos anuncios o divertidas ocurrencias. Así, el calvario del Aló Presidente lo deben presenciar, en vivo, un grupo modesto de cercanos e incondicionales, que como perritos de taxi aprueban cualquier cosa que su infalible comandante diga.        

            Conocedores de esta debilidad, los jala-mecate del entorno de Chávez se apresuran a darle ideas sobre actos posibles  “para que la gente aprecie su obra”. Así que, por cualquier pequeña cosa, Chávez encadena (que adecuada palabra) a los medios de comunicación, para que ahora, no solo los que están en el Teresa Carreño le disfruten, sino que  todo el País admire su grandiosidad.          

            En su afán  de ser el protagonista y el bueno de la película la tolerancia de Chávez a la crítica es muy baja. De esta forma si a alguien se le ocurre decir que en Venezuela hay una mina de Uranio, Chávez solo le dice que está borracho y loco. Si acaso algún periódico tiene la osadía de recordarle sobre los niños de la calle y sus promesas, se convierte, sin más, en una rata sucia al servicio del imperialismo y si varios ciudadanos le quieren pelear su sacra silla presidencial se vuelven unos patarucos al servicio de Mister Danger.        

            Realmente todos tenemos algo de pantallero, pues nos gusta que la gente nos vea bien , pero la cosa empieza a ser patológica y enferma cuando la pantalla pasa a ser el centro de nuestra vida. En este sentido, el caso de Chávez es muy grave, porque ha entrado en una espiral que crece sin control. Empezó abrazando viejitas, siguió con Aló Presidente, entró en la vorágine de las cadenas, siguió con su campaña del Caribe y luego la del Sur y ahora pareciese solo quiere lo internacional y los cambios planetarios y montar pelea con el Imperio. Como una droga, la pantalla se come a su víctima que siempre quiere más y siempre busca más. Ahora la desmedida sed de pantalla en Chávez, le pide ser visto como el líder de la tierra que venció al imperialismo. Ya ni siquiera es el continuador, según sus propias palabras, de la obra inconclusa de Bolívar. Eso ya le quedó pequeño.         

            Chávez persigue y sueña con el aplauso, con la admiración de la gente y la aprobación colectiva. El virus de la pantalla le hace inventar convenios con otros Países, viajes, actos y discursos y hasta la fabricación de “peleas”  por un puestucho en la ONU.  Dice cualquier cosa que le asegure prensa y presencia mundial aunque sea con el desmedido uso de las más sorprendentes amenazas y chabacanerías. Pero lo triste de todo es que la enfermedad de la pantallería solo ataca de muerte a las personas que llegan al poder escondiendo una baja autoestima. En su fuero interno Chávez no se siente bien con él y busca, desesperado, la aprobación externa.  Por ello se refugia en actos con públicos seleccionados para que le  aplaudan y griten adulantes consignas y también, por lo mismo, reacciona violentamente cuando un periodista fuera de su control lo arrincona.        

            Gracias Dios que vamos a salir pronto de este tipo, porque si no, nos tendríamos que calar, en vez de los buenísimos culebrones, la gloriosa vida del comandante en apenas 3000 capítulos.


Acciones

Information

Deja un comentario